Vivimos tiempos de indefinición, en el que nuestras metas en la vida, en el ámbito profesional o personal, están sujetas a lo que estamos creando y no lo están, en lo que realmente vemos, lo que suponemos y lo que aún no tenemos evidencia que nos invite a sospechar.
La coyuntura actual nos invita a formar parte de la estrategia, no a planificarla y abandonarla, sino a ser parte de ella, porque los cambios que estamos sufriendo nos permiten rectificar, corregir y cambiar el sentido de cualquier camino por difícil que nos parezca el cambio.
La autopista de la información nos ha facilitado ser conocedores prácticamente de todo en el corto plazo. Raro es lo que no está en Internet, sin embargo, no somos conscientes de su implicación operativa para “redefinir” una estrategia.
Podemos afirmar que hoy en día, somos capaces de tener a nuestra disposición gran parte de teorías prácticas que nos invitan a analizar cada fórmula cuando definimos un camino a seguir. Es más difícil equivocarse porque tenemos el conocimiento cercano a nosotros, sin embargo, sí es cierto que aunque próximo, estamos todavía lejanos de él.
¿Qué es lo que hace, por tanto, abrir una puerta cuando otra se ha cerrado? La respuesta es sencilla, el desarrollo de cada una de las competencias de las personas que conforman una organización. Con las personas podemos identificar quién estará dispuesto a reinventarse, quién a internacionalizar producto y quién a comportarse como profesional de una y otra área.
Hace tiempo existía la expresión en el ámbito empresarial del “tirarse a la piscina”, esta expresión no sólo está caduca actualmente, sino que forma parte una ausencia de conocimiento de la realidad, del terreno, percibiendo sólo un mapa, en el que olvidamos que actualmente tenemos GPSs.
Lo que impulsa que una empresa sea cambiante, modificable y no rígida, son las personas que son capaces de facilitar a las organizaciones comportamientos parametrizables y que tienen una relación directa con la orientación al resultado, la creatividad, el compromiso y por supuesto la capacidad de aprendizaje. Que sepan aprovechar la disposición del conocimiento para generar valor. En ocasiones olvidamos que todo proyecto cuando nace es un intangible y que sólo las personas que lo crean o lo desarrollan son capaces de hacerlo tangible.
Es verdad que es un reto encontrar personas que crean en proyectos en movimiento, que sean capaces evitar la estanqueidad de una empresa y llevarla hasta la acción, porque olvidamos que esto no sólo es compromiso, sino que supone en la persona visión estratégica. Ello implica, claro que sí, formación básica en distintas áreas de cada una de las personas con el objeto que las competencias facilitadoras de valor sean potenciadas y no cohibidas.
Los profesionales de los recursos humanos estamos en la obligación de aceptar, primero nosotros, y luego el resto, que necesitamos investigar en las personas que dirigimos, en la fórmula que nos permita cuantificar las verdaderas competencias de un profesional sobre el que podemos decir que pertenece a la era de la revolución tecnológica. Como toda revolución, implica cambios y demanda nuevas personas y por excelencia, ésta nos invita a encontrar personas rápidas, ágiles y con el desarrollo competencial antes descrito, de lo contrario, no seríamos conscientes del momento que vivimos, no ahora, sino en la próxima década.
José Ramón Castillo
Director de Nexian Training