Imagina que nuestra vida, en cualquiera de sus planos, se planteara de modo que alguien nos colocara en medio del océano dentro de una barquita con algunos víveres, algo de ropa y un par de remos, y ya está. Eso es todo lo que tenemos para navegar por unas aguas que serán más o menos peligrosas en función de nuestros miedos e inseguridades. Y ahí empieza todo.
¿Cómo reaccionaría cada uno de nosotros ante esa circunstancia, ese momento cero? ¿Qué crees que harías tú? ¿Qué haría yo? Pues seguramente, tanto tú como yo, nos comportaríamos de alguno de los siguientes modos:
Hay quien nada más verse sólo y desamparado, sin mirar más allá, se vendrá abajo. Apesadumbrado, se deslizará hacia el fondo de la chalupa para que el destino, en el cual cree fervientemente, le lleve hacia él mismo. Algún otro transformará la soledad y el abandono en un frenesí de paladas de remo inútiles en dirección hacia ningún sitio, hasta que la inutilidad de su esfuerzo le lleven a desesperarse y a maldecir su situación culpando a todo y todos de su triste situación hasta que en pocos días sus energías queden anuladas y el mar le meza a su capricho. Otros, con una plena visión analítica, detallarán al completo su situación y con una actitud de resistencia tratarán de aguantar hasta el límite remando lo justo y gastando las energías mínimas para poder sobrevivir. Habrá quienes intenten otear el horizonte y a todas partes a las que miren les parecerán iguales, hasta que de pronto creerán ver su horizonte en un punto y hacia él remarán. Pero al poco tiempo se convencerán de que ese no era su destino, detendrán la marcha, volverán a otear y otro rumbo tomarán y así, remando en todas direcciones, conseguirán llegar a ningún lugar. Quizás también haya alguien que valorando sus recursos propios y las energías que puede recibir del entorno (agua, brisa, peces o mareas) decide que quiere llegar a buen puerto, invierte un poco de tiempo en escudriñar todos los horizontes posibles y decide que uno de ellos es el que cree que puede conseguir. Siente el anhelo de llegar a ese puerto, sueña con él; es más, visualiza y recrea en su mente el momento en que desembarca y llega a tierra firme. Con esa imagen se prepara y empieza a remar y a pesar de todo lo que en el camino le suceda, siempre sigue remando en la misma dirección, en la que cree que está el puerto soñado e imaginado, y a él llega.
La mayor parte de nosotros nacemos en una barca cargada con idénticas capacidades. Lo que sucede es que hay quien cree que sus posibilidades son mayores que las del propio mar que les sostiene, y esos suelen ser los que más lejos suelen llegar. Tienen sus propios sueños, creen en ellos y se ponen a remar.
¿Dónde estás? ¿Estás remando? ¿Hacia dónde? ¿Crees en ti? Imaginemos, soñemos, preparémonos y ¡a por ello! Cuando menos, disfrutaremos de una buena navegación.
Antonio Lamadrid
Director de Consultoría Estratégica
Nexian Training