¿Por qué nos cuesta tanto sonreír cuando estamos en el trabajo? ¿El hecho de comenzar la jornada de trabajo supone que tengamos que demostrar una responsabilidad gris, alejada de cualquier atisbo de simpatía?
En nuestro trabajo, una de las cuestiones que más valoramos es el clima de trabajo, el buen clima de trabajo. El hecho de llegar a un lugar en el cual sabes que vas a pasar “ocho” horas de trabajo nos supone un reto cada día, un reto por los proyectos que sacamos adelante, las funciones que tenemos fijadas, las tareas que desarrollamos…, todo ello dentro de un grupo de trabajo, de personas que colaboran con cada uno de nosotros en nuestro día a día, compañeros con los cuales podremos tener mayor o menor afinidad, pero compañeros con los que llevamos a cabo una labor conjunta.
Dentro de estos grupos nos encontramos con gente a la que le cuesta esbozar una sonrisa, aportar una cara amable, personas que transmiten malestar, personas a las que parece que el mundo está en su contra, que todo les queda cuesta arriba. A ese tipo de personas, perdonadme la expresión, yo las considero tóxicas, tóxicas porque contaminan el ambiente laboral con su actitud negativa y pesimista de ver la vida, tóxicas porque restan dentro de cada equipo, consumiendo la energía de las personas que intentan dar lo mejor de sí en cada momento. Este tipo de trabajadores se suele preocupar únicamente por las cuestiones que les afectan directamente, no son solidarios con sus colaboradores, no prestan ayuda si no es por obligación, no aportan a los proyectos, restan a través de una actitud reactiva con manifestaciones tales como “eso es imposible”.
Por otro lado existe otro tipo de personas, compañeros de cara amable, a los que, como digo yo, te la llevarías a casa, personas risueñas, con una actitud agradable, colaboradora, positiva. Este tipo de compañeros nos hace más fácil la tarea, el hecho de llegar a cumplir los objetivos con mayor eficiencia y sobre todo tranquilidad dentro del maremágnum que en muchas ocasiones nos encontramos en nuestras organizaciones.
No sé vosotros, pero yo apuesto siempre por esas caras amables, por ese buenos días que te carga las pilas, por ese ánimo que te ayuda a ver las cosas mucho más sencillas, por esa sonrisa regalada que transmite felicidad en cada una de las funciones que ejercen, por ese carácter motivador sincero y sobre todo desinteresado.
Todos deberíamos de reaprender a sonreír, de reaprender a jugar con nuestras emociones positivas, a sacar la persona maja, amable que en verdad somos y demostrar nuestras ganas por hacer equipo, por hacer un buen ambiente del lugar donde al final pasamos gran parte de nuestra vida.
Miguel Ángel Gisler
Consultor de Nexian Training